Tras El pan a secas, primera parte de su trilogía autobiográfica, Chukri continúa en Tiempo de errores el relato de su juventud.
Con una escritura directa y desgarrada, pero plena de sutilezas narrativas, el autor nos descubre los años de aprendizaje en Larache; aquellos en que con obstinación y tozudez intenta salir de su analfabetismo, de una vida condenada a la marginación de la pobreza y de la delincuencia. Pero los años de vida escolar no suponen un cambio radical; el hambre, la miseria, el alcohol, el kif y las noches en los prostíbulos siguen siendo elementos de los que no podrá escapar. Una vida en el filo de la navaja. Noches de Tánger y días de escuela en Larache, dos mundos que se dan la mano en esta inquietante novela.
Aunque el dolor existencial es un tema muy presente en las mejores novelas francesas de los últimos tiempos, pocos han sabido cartografiarlo con la intensidad, la elegancia y la profundidad de Jean-Baptiste del Amo. Tiene además este autor la ventaja de saber combinar la precisión descriptiva con la abstracción poética, sin caer nunca en la alegoría y evitando siempre que sus personajes parezcan estereotipados, a pesar de que arrastran una gran carga simbólica.
En su primera novela, Una educación libertina, Del Amo consiguió llevar a cabo una fusión casi alquímica del dolor físico y el dolor mental, hasta hacerlos parecer el mismo e indivisible dolor, cuarteando a la vez el cuerpo y el alma. Lejos de ser una novela sobre el libertinaje, es una novela sobre la angustia de ser, de crecer, de vivir y de morir, escrita en una prosa fulminante y brillantísima, que embriaga por su belleza estética y quema por su violenta hondura.
En su segunda novela La sal, Del Amo vuele a las andadas, en el mejor sentido de la palabra, y nos regala una novela netamente existencial, además de lírica, sobre los abismos de la familia. Se ha dicho que quizá el mismo Del Amo lo ha corroborado, que La sal es tributaria de Las olas de Virginia Woolf, porque estamos todo el rato sintiendo la respiración del mar; también la han vinculado a La señora Dalloway porque la acción se desarrolla en un solo día. No voy a negar estos parentescos, que hasta podrían resultar demasiado evidentes (y las evidencias engañan tanto como las apariencias), pero al hacerlo tengo mis reparos, por la sencilla razón de que Virginia Woolf nunca es tan violenta y descarnada como Del Amo. Si me exigiera a mí mismo buscar vínculos más precisos y reveladores, pensaría en Mientras agonizo de Faulkner y en la película Festen de Thomas Vinterberg: dos obras en las que la acción está muy acotada y que además rezuman una violencia familiar y social vinculable a la que se observa en las novelas de Del Amo.
En La sal describe una comida en una casa de pescadores, en la que se reúnen los miembros de una familia dispersa Sus pensamientos, sus discusiones, sus omisiones, sus amores y sus odios tienen como contrapunto la danza Incesante de las olas y sus vapores salados, pero no estamos ni en el festín de Babette ni en el banquete de Trimalción: estamos en un inferno lleno de fuego y de sal, donde la brutalidad, la hornosexualidad doliente e incomprendida, la muerte y la desdicha pesan mucho más que la vastedad plomiza del mar, y donde al igual que ocurría en Una educación libertina, no hay personaje que no vaya cultivando en el centro de su ser su propia herida, purulenta y atroz.
Una tesis sobrevuela buena parte de la novela, que incide en la sustancia misma de la familia: por más que creamos que las familias tienen una cierta unidad, representada en el apellido compartido y algunas cosas más, tal unidad no es otra cosa que una impostura ideológica y social, pues si bien toda familia es el atanor en el que se va gestando nuestro ser, a la hora de la verdad no existe unidad posible en el alambique paternofilial, y al final todos los miembros de cualquier familia tienden a ser islas singulares, singularísimas, cada una con su vegetación propia, su fauna propia y su infierno propio, aunque todas ellas hayan surgido del mismo volcán.
Cabaret Voltaire publica La sal, segunda novela de Jean-Baptiste Del Amo, joven escritor francés de origen español. En apenas siete años, la suya se ha convertido en una carrera prolífica y llena de éxitos. Su primera obra, el relato Ne rien faire (2006), obtuvo el Prix du jeune écrivain de langue française. Pero fue en 2008 con su novela Una educación libertina, editada en la colección «Blanche» de Gallimard, cuando le llegó el reconocimiento unánime de la crítica. Recibió numerosos premios: Prix Goncourt 2009 a la mejor primera novela, Prix François Mauriac de la Académie française, Prix Laurent Bonelli y Prix Fénéon.
Louise, viuda de un pescador de la ciudad costera de Sète, prepara una gran cena a la que deben acudir sus hijos. La perspectiva de esta reunión despertará en todos ellos recuerdos, rencores, nostalgias y remordimientos. Bajo la enseña de Virginia Woolf, Jean-Baptiste Del Amo, dueño de una prosa virtuosa, exaltada y estremecedora, narra la historia de una familia marcada por el carácter perecedero del amor y la omnipotencia de la muerte.
«Aunque el dolor existencial es un tema muy presente en las mejores novelas francesas de los últimos tiempos, pocos han sabido cartografiarlo con la intensidad, la elegancia y la profundidad de Jean-Baptiste del Amo. Tiene además este autor la ventaja de saber combinar la precisión descriptiva con la abstracción poética, sin caer nunca en la alegoría y evitando siempre que sus personajes parezcan estereotipados, a pesar de que arrastran una gran carga simbólica.(...) En su segunda novela La sal, Del Amo vuelve a las andadas, en el mejor sentido de la palabra, y nos regala una novela netamente existencial, además de lírica, sobre los abismos de la familia.» Jesús Ferrero, Babelia
«Las sucesivas inmersiones en los pensamientos de los personajes, en sus recuerdos y temores, trazan los contornos de una historia común. Las palabras, más sobrias, menos saturadas del elemento sensorial y orgánico que daba fuerza a su primera novela, hallan aquí una resonancia íntima.» Clara Georges, Le Monde des Livres
«Una escritura majestuosa y rebelde que hace que La sal sea una novela aparte, de una gran calidad estética.» Stéphanie Joly, Paris-ci la Culture
Mohamed Chukri sufrió destinos contradictorios; primero fue la sospechosa criatura literaria de Paul Bowles, y luego tuvo que arrastrar la abrumadora carga gloriosa de ser el mayor novelista contemporáneo de Marruecos, donde sus libros estaban prohibidos (en otros países islámicos su reputación era peor: el Irán de Jomeini, por ejemplo, le condenó a muerte in absentia).
Este año se celebran los cuarenta años de la publicación de su libro de referencia internacional, Le pain nu (El pan desnudo), que la editorial Cabaret Voltaire ha reeditado dándole un nuevo título más fiel, sugerido por Juan Goytisolo, El pan a secas. Y en su propio país, donde pasó de ser un marginado a una gloria nacional, el décimo aniversario de su muerte está siendo conmemorado con reediciones y largas páginas de evocación y estudio, como las que le dedica en su último número la excelente revista de información general Tel Quel.
Chukri nació como un escritor sin lengua. Cuando en 1973 apareció su primera obra, El pan a secas, lo hizo en inglés (For Bread Alone), traducida o tal vez recreada por Paul Bowles a partir de los relatos orales que Chukri le iba haciendo en castellano en los cafetines de Tánger. La gran repercusión de este extraordinario relato de iniciación y mala vida se alcanzó sin embargo con su edición francesa, de nuevo un proceso de colaboración y reescritura llevado a cabo por su compatriota y segundo mentor Tajar Ben Jelloun, que traducía las cuatro o cinco páginas que Chukri, transformando el inglés de Bowles en árabe clásico. Escribía a diario, siempre por la mañana; “por la noche estaba borracho”.
Chukri fue autor de más de una docena de libros (entre ellos el excelente Tiempo de errores, que aquí publicó Debate), y en la mayoría refleja con perfiles autobiográficos un difícil itinerario vital, lleno de excesos alcohólicos y promiscuidad sexual. Tremendista y, cuando quiere serlo, delicadamente lírico, el mundo que late en sus páginas es, claro está, el que los guardianes de la moral y la hipocresía política menos quieren ver reflejado. Pese a las prohibiciones de su obra, cuando el escritor, originario del Rif pero tangerino de vocación, enfermó gravemente, sus gastos hospitalarios fueron costeados por el nuevo rey Mohamed VI, y su funeral, en noviembre de 2003, adquirió el rango de un duelo oficial.
La misma editorial que reeditó El pan a secas, Cabaret Voltaire, ha sacado en los últimos meses dos libros suyos muy recomendables y complementarios a la lectura de su narrativa. Se trata de Jean Genet en Tánger y el que para mí tiene más interés, Paul Bowles, el recluso de Tánger, un ajuste de cuentas con su descubridor, a quien pinta, admirándole artísticamente, como un tacaño que se aprovechaba de sus propias ganancias y como alguien que, pese a su amor por Marruecos, nunca comprendió ni tuvo la menor sintonía con los habitantes del país en el que pasó la mayor parte de su vida. Aparte del propio Bowles y su mujer Jane, el libro de Chukri, desordenado como a veces es su escritura, incluye retratos estupendos de otros personajes conocidos, destacando el de William Burroughs, que “vivía en Tánger como uno de esos personajes de western que llega a una ciudad en la que es forastero”.
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