Fue un enigma resuelto casi desde el primer momento. Un bello testimonio literario y un tema que afectaba a uno de los escritores más conocidos e inquietos de la moderna literatura francesa, Jean Cocteau (1889-1963). Todo el mundo sospechaba o sabía que era homosexual, pero él nunca lo dijo. Al contrario que Gide o que Maurice Sachs, Cocteau se dejaba ver con jóvenes (entre ellos Raymond Radiguet) pero no se manifestaba, porque -entre otras cosas- a ratos era católico a su modo y fue un apolítico consentido, es decir, un hombre que se movía como pez en el agua entre la más ilustrada derecha. Entre fines de 1927 y comienzos de 1928, Cocteau escribió una novela corta de signo autobiográfico, escrita desde el “yo”, que tituló “El libro blanco” y que se publicó anónima en 1929. El estilo, el tono, el amor por los marineros y las dudas católicas, todo apuntaba a un Cocteau que jugaba a la coquetería, es decir, como afirmaba el filósofo Simmel, a no decir ni que sí ni que no. Claro que el tema del amor a los jóvenes no era nuevo en aquella Francia, después de Gide y de Proust, por no recordar los poemas eróticos de Verlaine, pero Cocteau era Cocteau…
Claro que el coqueto se fue desvelando poco a poco. En 1930 aceptó ilustrar una nueva edición, con sus singulares y característicos dibujos, y en nota ya decía aceptar lo que se le atribuía, pero como quien asume un cumplido. Hubo que esperar hasta la edición inglesa de 1957 para que en su prólogo Cocteau aceptara (siempre entre velaturas) la paternidad de “El libro blanco” que las ediciones Cabaret Voltaire de Barcelona acaba de reeditar en nueva traducción completa, con todos los dibujos y notas zigzagueantes del autor y con un estudio final de Montserrat Morales Peco en el que aclara el tema de la autoría y los elementos biográficos o no que Cocteau puso en este pequeño y delicioso libro, concebido ( muy en su estilo) como un juego en serio. La atracción por la rotunda masculinidad juvenil (Dargelos, Radiguet, o Jean Desbordes, escritores los últimos, mito vivo del panteón adolescente el otro) y al tiempo la separación entre sexo y amor, la seducción por el pecado centrado en una ciudad como el Toulon de entreguerras, llena de marineros venales y fumaderos de opio, el catolicismo perdonador y misericordioso ( no el otro) y la eterna insatisfacción homosexual, que no se ve como un castigo sino casi como un privilegio. El libro es hermosa literatura que no presenta el universo gay de ahora, sino el de hace ochenta años, pero que jamás parece un documento histórico por la lozanía del estilo de Cocteau, por su chispa con las metáforas eróticas, y por eso otro don del autor de volver alacre, vivo, todo cuanto toca…
Por lo demás “El libro blanco” es casi una introducción al entero Cocteau incluidos sus dibujos, y hasta los más finamente lascivos, con los que ilustró a Genet. Gay rodeado de ricos y elegantes (como Noël Coward, amigo de la reina madre de Inglaterra) Jean Cocteau se paseaba entre duquesas y guapos maleantes, chicos malos con estilo, cuando todo el mundo sabía (en sus últimos años) que el actor Jean Marais fue uno de sus grandes amores -está editada la correspondencia entre ellos- y que dejó como heredero a Édouard Dermit un chico tan guapo en su juventud que fue modelo de fotógrafos y pintores célebres, incluyendo a Dalí.
Con esta novela corta de Jean Cocteau abrimos nuestra colección Hors Série, dedicada a la literatura ilustrada, en la que tanto el texto como las ilustraciones se convirtieron en algo inseparable, un clásico. Ilustraciones que forman parte de nuestro imaginario, un icono asociado al texto.
Con este espíritu, por primera vez en España "El libro blanco" se edita con las 18 ilustraciones en color que realizó Cocteau para la edición original francesa de Éditions du Signe, 1930.
Blanco, sin firmar, anónimo, surgió en 1928 como una obra maldita que fue capaz de romper "el silencio" de la sociedad intelectual de la época. Pese a la negativa inicial de Cocteau a admitir la autoría del texto (a pesar de lo obvia que resultaba), acabaría reconociéndola más tarde, pero aún con ciertas reticencias. "El libro blanco" es una de las obras más personales de Jean Cocteau. Íntimamente ligada a la vida del autor, sirve en cierto modo como llave de acceso a la comprensión de un artista siempre presente, siempre actual, siempre audaz.
Esta obra mítica de la literatura francesa de finales de los años 20 se incluye dentro de nuestra voluntad de recuperación de toda la obra narrativa del autor, que ya iniciamos con "Thomas el impostor" y "La gran separación". Incluímos también un amplio estudio de la traductora, la profesora experta en su obra, Montserrat Morales Peco.
Cabaret Voltaire publica "Las peculiares memorias de Thomas Penman" del director, escritor y actor inglés Bruce Robinson. Director de la mítica película inglesa de los 70 "Withnail and I", de "Jennifer 8" (1992) y the Rum Diary" (2010).
Es la Inglaterra gris de los años cincuenta. Thomas Penman vive en Broadstairs, un pueblecito del condado de Kent, tiene trece años y está a punto de entrar en la adolescencia. En su casa y el colegio las cosas no son fáciles. Sólo su abuelo Walter, veterano de la Primera Guerra Mundial, que colecciona revistas pornográficas y se comunica en Morse, parece comprenderle.
Es la historia de una familia disfuncional. Un libro sobre un niño y su abuelo, la vida y la muerte, el sexo y el odio, la comida de perro y el cáncer. Es también un libro sobre pornografía, código Morse, pubertad, secretos, Dios y rencor. Es un libro sobre el amor.
Novela de carácter autobiográfico, en la que Bruce Robinson nos ofrece un retrato de infancia en la dura Inglaterra de los 50. La crítica ha valorado la brillantez de su lenguaje y la facilidad de Robinson para arrancarnos una sonrisa en las situaciones más dramáticas de una novela plagada de escenas memorables. Imprescindible para entender por qué toda una generación de ingleses celebró la llegada de los felices 60
Se estrenaron en octubre de 2006 con La gran separación, de Jean Cocteau. Sin duda, toda una declaración de intenciones. Igual que el nombre que eligieron para la editorial. Así se llamaba el que se convirtió en el lugar de culto para los artistas europeos de principios de siglo, el Cabaret Voltaire que se fundó en Zurich en 1916, cuna del movimiento Dadá y punto de encuentro de los surrealistas, que se reunían allí para discutir sobre el sexo de los ángeles. “Era un lugar muy loco y muy creativo, dónde se hablaba de lo divino y lo humano. Por eso lo escogimos para nuestra editorial”, explica Miguel Lázaro, economista de formación y experto en transacciones financieras que, hace cuatro años, decidió quemar sus naves y trasladarse a Barcelona para embarcarse en esta aventura editorial junto a José Miguel Pomares Valdivia, arquitecto y miembro del equipo que Jean Nouvel tiene en la capital catalana.
Su catálogo está basado en autores literarios franceses o escritores que hayan escogido la lengua gala como fuente de expresión. Ese es el caso del almeriense Agustín Gómez Arcos, un dramaturgo que se hizo dos veces con el Premio Nacional Lope de Vega y que se exilió en París en 1968, donde inició una fructífera carrera literaria como novelista. Su obra Ana no le valió numerosos premios en el país vecino, entre ellos el Prix du Livre Inter y el Prix Roland Dorgelès. “Lo de recuperar la obra de este autor responde a un empeño personal y conseguir sus derechos ha sido heroico. Publicamos una obra suya cada año, y son auténticas joyas narrativas. En Francia llegó a ser un escritor muy reconocido, con la particularidad de que siempre había escrito en castellano y al instalarse allí empezó a hacerlo en francés. Realmente insólito”, añade Lázaro.
Estos dos editores, que se reconocen casi fetichistas en lo que respecta al gusto por la edición y a la pasión por el detalle, se ocupan de todo, con la única ayuda de un becario y una amplia red de colaboradores externos. Ellos seleccionan con lupa los títulos y autores que publican, y ellos se encargan del diseño de sus libros de principio a fin. Piezas inspiradas en el modelo francés, “son una reinterpretación de los libros franceses, con un aspecto muy simple pero muy cuidado y realizado con exquisitez. Son monocromáticos y tratamos de añadirles pequeñas sorpresas, cómo la foto con la que te encuentras al abrir la portada, que siempre es una imagen de referencia, o la guarda que encierra en su parte interna el fragmento de un manuscrito del autor”, explican ambos.
Todo ello, sumado a una línea editorial cincelada con rigor y coherencia, ha consolidado a la joven Cabaret Voltaire como una de las editoriales literarias de referencia nacional, con sus quince libros anuales. Entre estos, obras de Émile Zola, de Jean Cocteau, de Marguerite Duras, de Stendhal, de André Gide... “Nuestro criterio de selección se basa en piezas literarias de lengua francesa, aunque ahora empezamos a publicar también a algún autor inglés que creemos puede interesar a nuestros lectores, como El sirviente, de Robin Maugham”.
En preparación la novela Gigola, de Laure Charpentier, cuya película del mismo nombre y pendiente de ser estrenada en el próximo Festival de Toronto ha dirigido la propia autora y tiene como protagonistas a Marisa Paredes y Eduardo Noriega. Y, como proyecto, el de introducir la obra de algún autor de culto español en el catálogo de la editorial, en un futuro no muy lejano.
http://www.elcultural.es/noticias/LETRAS/675/Cabaret_Voltaire_Pasion_por_la_edicion



