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Dentro del proyecto de publicación de la obra completa de Annie Ernaux, Cabaret Voltarie presenta "Los armarios vacíos".

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Aunque la palabra procede de Huysmans, se puso de moda en el París (y luego en la Europa) de los años 20, cuando la mujer se moderniza, se libera y según algunos se “masculiniza”. Frente a las cabelleras decimonónicas se corta el pelo  ” a lo garçonne” (en femenino). En español por la dificultad de ese femenino francés se terminó diciendo (y aún se dice) “a lo garçon”, esto es, “a lo chico”. Pero la cosa es más sutil porque “garçonne” en francés es chico en femenino. “¿A lo chicazo?” Suena duro. Ir de “garçonne” (como la novelista inglesa Radclyffe Hall o como Marlene Dietrich a menudo) significaba ir de hombre elegante, a lo dandi, mezclando esa nueva feminidad con un especial aire lésbico, muy “chic” y nada “bollo”. Levitas, chaquetas de terciopelo, corbata o lazo, boquilla y monóculo. Rasgos de caballero distinguido pero en mujer elegantemente rebelde, “la garçonne”. (Por ello un especializado club parisino de este estilo se llamó, muchos años, “Le Monocle”. El monóculo).

La novelista (y ahora directora de cine) Laure Charpentier publicó su primera novela “Gigolá” -el inventado femenino de gigoló- en 1972, cuando tenía 20 años, pero la censura la prohibió. (Y eso que era el mismo año que “El último tango en París”). Pero “Gigolá” que sólo se publicó de verdad en 2002 y que acaba de traducir Cabaret Voltaire de Barcelona, era una novela lésbica y atrevida, que sucede en el París de los 60, cuando todavía existía “Le Monocle” y aún se exhibían estas mujeres elegantes y duras o refinadas que fueron las “garçonnes”. Gigolá es una de ellas que vive los bajos fondos de la prostitución femenina de Pigalle y el mundo lujoso y sofisticado de alguna dama multimillonaria que la deja como heredera. Lejos del ámbito lésbico actual, pero llena de provocación y fuerza, “Gigolá” es un estupenda primera novela que se lee de un trago. Es la historia de una joven “garçonne” en la que Laure Charpentier juega al autorretrato tanto como a la autoficción, porque es una novela, aunque nos hable muy cerca y en un estilo elegante y próximo.

En 2010 la propia Charpentier llevó al cine su novela protagonizada por una atractiva Lou Doillon (hija de Jane Birkin) y por los actores españoles Marisa Paredes -la millonaria-, Rossy de Palma y Eduardo Noriega, que es el chulo amigo de la “garçonne”… Antes de estrenarse en Francia el pasado enero, la película se estrenó con éxito y premio en el Festival de Cine Europeo de Sevilla.  Seguro que tanto como la novela -sencilla pero espléndida- llamará la atención la película. Porque los “mundos raros” -como el título de la ranchera- siempre tienen que ver con nosotros por cuanto que atañen a la real y tangible libertad. Una cita de la pintora Tamara de Lempicka  (que retrató a alguna “garçonne”) viene como anillo al dedo. Hablaba de sí misma, ya mayor: “Vivo al margen de la sociedad, y las reglas de la sociedad normal no tienen legitimidad entre los marginales”. Y De Lempicka era una mujer rica.

Vemos a la “garçonne” en su auto lujoso, melancólica y bella, camino del alcohol, de la noche, de tantos amores perdidos o frustrados, camino de la otredad siempre, con belleza, con pieles, con pantalones, con charol, con bastón… Femenina distinta. Mujer nueva y otra. Una recomendable novela.

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Procedentes de Alejandría, Flaubert y su amigo Maxime Du Camp emprenden en Beirut, ciudad de partida de esta segunda parte del Viaje a Oriente, un largo periplo que, del 19 de julio al 19 de diciembre de 1850, les llevará desde Líbano hasta El Pireo, pasando por Palestina, Siria, Asia Menor y Constantinopla.

Como en las páginas consagradas a Egipto, el texto de esta segunda etapa sigue siendo lacónico, telegráfico a veces, cercano al prontuario y deslumbrante por momentos. Paisajes, creencias, gentes, ritos y costumbres cosechados por un escritor que, entre entusiasmado y contenido, trata de captar imágenes susceptibles de acrisolar la experiencia de su viaje por Oriente.

Fotografías de Maxime Du Camp.

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Balzac trabajaba catorce horas diarias en su gabinete. Siendo tan sedentario, no se sabe todavía de dónde sacaba tanta información del mundo de los negocios, de la política, de la ciencia, de los bajos fondos. Con su monumental Comedia humana quiso "hacerle la competencia al registro civil", según frase afortunada del propio Balzac, cuyo verdadero apellido era Balssa (los Balzac eran una familia aristocrática totalmente extinguida, por lo que nadie protestó el robo de aquel linaje).

Como se le ha asociado siempre con lo prolífico y con la pesadez de tantas páginas agotadoras, sorprende descubrir un Balzac shandy y lúdico en Cuentos droláticos (de drôle, divertidos), una especie de comedia humana en miniatura que comenzó a editarse en 1832. Hay en ella todo tipo de voces fusionadas y términos latinos, dialectales y burlescos, y abundancia de juegos de palabras que se adelantaron más de cien años al movimiento OuLiPo. Descatalogados hace tiempo estos Cuentos droláticos, la brillante y justamente premiada editorial Cabaret Voltaire recupera los textos con una introducción y formidable traducción de Lydia Vázquez y Juan Manuel Ibeas. Las ilustraciones son indiscutibles o, mejor dicho, parece que ya nadie quiere discutirlas: Gustave Doré, ¿clásico entre los clásicos? Para mí, demasiado pomposo.

http://www.elpais.com/articulo/portada/Cuentos/drolaticos/elpepuculbab/20110604elpbabpor_13/Tes

 

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Del 27 de mayo al 13 de junio Cabaret Voltaire estará en la Feria del Libro de Madrid. Nos encontrarás en la caseta 156 junto con nuestros amigos de Melusina y Minúscula.