El poeta Luis Antonio de Villena es ese Lord Henry wildeano que estaba al lado de Donan Gray comentando la jugada. A vueltas con la belleza y el esplendor, mientras se demacraba el retrato al óleo en un trastero. Mártires de la belleza. Un ensayo sobre el esplendor y el castigo (Cabaret Voltaire) repasa una antología melancólica de guaperas y su descarrío. El deportivo de James Dean atravesando una noche última, Helmut Berger ya ajado, sobreviviente y decadente, o Leif Garret, cantante setentero que acaba alopécico y trapicheando en los bajos fondos de San Francisco. Todos en la pira sacrificial de los hermosos y malditos. Ascensión y caída.
Explica el autor: «Podemos hablar de una deidad oscura, un fatitm. Un destino trágico que aguarda a quien tiene la Belleza como su modo de vida. Porque mueren, o se destruyen, o quedan en la mediocridad. No sé si es sacrificio o expiación. Sometidas a un destino peculiar y trágico. El subtítulo del libro es claro, ‘esplendor’, de juventud, y ‘castigo’ por parte de algún dios desconocido, o por la sociedad. O por el mismo destino. No está claro. Una primera línea de discurso puede apuntar a los efectos de sociedad mercantil que usa la belleza como objeto de lujo. Pero por debajo, ¿no hay después un raro elemento metafísico? ¿O mítico?».
Villena se pertrecha de sus autores para esta indagación de inmolaciones metafóricas o literales. Cita a románticos ingleses, a Rilke, a Cavafis, a Laforgue y, claro, los antiguos paganos: «En el mundo clásico, el inicio de la belleza es siempre la juventud. Los dioses griegos eran todos jóvenes. Cuando Aurora le pide a Zeus que le otorgue al humano Titón la inmortalidad, se le olvida pedirle también que conservara la juventud. Y la tragedia está en que Titón envejece. Y este libro parte de la idea clásica de la belleza efébica. Aquí trato del ejemplo de Antínoo, por ejemplo». ¿Y qué hay de las beldades femeninas o las lolitas?
«Con las mujeres el proceso es muy diferente. Las más jovencitas tienen menos cotización que los varones efébicos. Los casos femeninos son fenómenos que funcionan más mayores. Una mujer de 30 y pico es la que triunfa», opina. Esta edición abunda en fotografías que dan cuenta de ciertas ruinas y pasados divismos. Algunos con la inevitable aureola trágica de un accidente, de un fin. «En términos generales la muerte de una persona joven se verá como desgracia, pues la persona en cuestión no se había podido realizar. En el mundo pagano la muerte de un joven podía verse así también, pero había un componente de ser un favorecida Se pensaba que los amados de los dioses mueren jóvenes. Esto reaparece con el surrealismo, en esa frase de André Bretón de 'Vive de prisa, muere joven y dejarás un bonito cadáver. Lema que ha sido atribuida a roqueros o al propio James Dean».
Discurre esto entre fotos del protagonista de El lago azul, o de Alain Delon, y narcisos varios con posturilla, y un macarra de películas de Eloy de la Iglesia. Se van trazando las carcomas que el tiempo dosifica en la sucesión de un puñado de años. Aparece Bosé, aparecen Jim Morrison y Buddy Holly con sus ruinas. Aparece Rob Lowe, en su salto de épocas. «Los valores de la belleza adulta son totalmente diferentes», comenta Villena. «Es una perduración del modelo griego. Cuando ves a un chico en un anuncio ves que es exactamente el mismo canon que el Hermes de Praxíteles. No ha cambiado nada el concepto de belleza física».

