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Agustín Gómez Arcos (1933-1998) era almeriense, de Enix, y murió en París, en un dúplex que tenía por Montmartre… Nacido en un ámbito humilde y republicano, sufrió la guerra y sobre todo la pobre, cerrada y clerical posguerra española, que se le hizo intorelable. Era dramaturgo (tras haber empezado como poeta) pero en el Madrid de los años 60 ni siquiera ganando el premio Lope de Vega lo estrenaban. La censura siempre. Como una voraz carlanca.

Desesperado de luchar contra un muro de cal viva, Agustín tomó la solución más drástica: autoexilarse de su país buscando libertad. Era en 1968 y le acompañaba el actor Antonio Duque, siempre leal amigo, que es quien ha conservado los cuadernos con sus poemas.

Fueron primero a Londres y luego a París. Agustín trabajó como camarero en varios cafés-teatro y empezó a redactar en francés ( poco a poco) las piezas cortas que se representaban en tales lugares pasados… Un día ( a fines de 1973) un conocido editor preguntó al camarero por el autor de la obrita: Soy yo. Hablaron y el editor -eran otros tiempos- le dio un adelanto para que convirtiera aquella idea alegórica de incesto y madre cruel en una novela.

Gómez Arcos se fue a Grecia -que era más barato- a escribirla y allí nació su primera novela en francés “L’agneau carnivore” (El cordero carnívoro) que se publicó, con gran éxito, en 1975. Así empieza la muy notable carrera de novelista francés de Agustín Gómez Arcos, que (pese a que se lo ofrecieron) nunca quiso nacionalizarse francés. Fue español y en sus últimos años -los de mi amistad con él- venía mucho a Madrid, tradujo al español alguna de sus novelas, y acaso hubiera retornado. No sé. Era tan español como la rabia. Y esa era la que le producía la rancia carcundia española, que utilizando un térmimo del periodista del modernismo, Luis Bonafoux, llamaba “clericanalla”. Decía que la extrema derecha francesa era menos derecha que la española, sin adjetivar. Sus novelas (faltan aún algunas por traducir) son lo mejor de su obra. Cuando hacia 1994 se estrenó su viejo teatro prohibido -”Los gatos”, por ejemplo- se había quedado lejos. Eran esperpentos chirriantes. Sin embargo su antigua “Poesía” (publicada ahora por Cabaret Voltaire de Barcelona, que también ha republicado alguna de sus novelas) nos ofrece el espléndido inicio de un escritor español. Dos poemarios de amor de 1956 ( el autor tenía 23 años) y unos cuantos poemas de 1972 máximo, políticos y sociales, contra aquella dictadura que tanto le dañó.

Los poemas de amor -ténue pero claramente homosexual, impublicables entonces- se siguen uno al otro y hablan de la pasión, el recuerdo, la vida y el desamor de quien probablemente fue un compañero de “mili”. Se titulan “Ocasión de paganismo” y “Pájaros de ausencia” y como dije son el estupendo inicio de un escritor joven que cita un bello verso de Juana de Ibarbourou: “Caronte, yo seré un escándalo en tu barca”. Así era Agustín, tan libre, tan huraño, tan tierno. Pero era 1956. Todo cerrado.

Hablé mucho con él en sus últimos años y como Blanco-White (su más próximo en heterodoxia y cambio) quería una España más moderna y laica. Pero nunca dejó de ser español. Ahora hallamos dos bellos libros de amor entonces prohibido, ¿cómo no enrrabietarse? “Cada cuerpo es un mundo/selvático y extenso (…) En tus brazos podré/ llorar humildemente./ Ya sé, amigo mío,/ que no me reñirás.”